Durante esos minutos (rara vez se prolonga por más de una hora) suelen presentarse síntomas como taquicardia, dolor en el pecho, respiración rápida y corta, sensación de ahogo, de inestabilidad, de irrealidad. También hay oleadas de calor y frío, transpiración profusa, y miedo de morirse o de perder la razón.
Se calcula que este problema lo sufre un 5 por ciento de la población general y casi el 14 por ciento de los pacientes cardíacos. Es más frecuente en las mujeres y a menudo comienza al final de la adolescencia.
Una de las complicaciones más habituales es el desarrollo de un miedo anticipado: la persona teme perder el control durante esos ataques. Y como no sabe en qué momento surgirán, evita quedarse sola o salir a lugares públicos.
Cuando se presentan por lo menos tres ataques de pánico en un período de tres semanas, sin que haya esfuerzos físicos intensos o situaciones reales de amenaza para la vida, se estima que el problema debe ser tratado clínicamente ya que estamos en presencia de un desorden fóbico.
Cuál es el mecanismo
Existen factores fisiológicos objetivos que activan los ataques de pánico. Entre ellos, la reacción hipoglicémica (baja de azúcar en la sangre), el prolapso de la válvula mitral (problema cardíaco), la hipotensión ortostática, (baja de la presión arterial), la hiperventilación (respiración rápida y corta) y el consumo excesivo de drogas como cafeína, LSD, u otros estimulantes.
La variedad e intensidad de los síntomas difieren de una persona a otra. Algunas comparan el ataque con una pesadilla o una fuerte reacción adversa a algún medicamento, aunque probablemente lo más aterrador es una tremenda ansiedad y la impresión de perder el control.
Muchos lo han expresado diciendo: "Siento que no estoy aquí, que soy diferente, que me estoy muriendo o volviéndome loco. Es lo peor que a uno le puede pasar".Todo lo anterior puede conducir a la desesperanza: la persona tiende a creer que su trastorno sobrepasa las posibilidades de control.
El miedo a su propia vulnerabilidad interactúa con respuestas psicológicas y afectivas, produciendo un círculo vicioso. Supongamos que un paciente experimenta un trastorno abdominal después de comer en exceso. Piensa: "Algo terrible puede pasarme". Luego viene una respuesta fisiológica, como taquicardia, fatiga, transpiración.
En el aspecto afectivo hay ansiedad. Y en lo "mental", bloqueo, confusión. En ese punto se produce una escalada cognitiva - fisiológica y conductual: "Me está sucediendo algo espantoso. No puedo controlarme. Me estoy muriendo. Necesito ayuda".
Ni tan abandonado, ni tan protegido
Los fóbicos experimentan las crisis de ansiedad sólo de dos maneras: una, que pueden ser vivenciadas por la persona, como un sentirse abandonada y desprotegida en un mundo amenazante y peligroso, con la percepción de sí misma de vulnerabilidad y debilidad. Acompañada de la sensación de que le pueden suceder cosas muy "terribles" y con la angustia de "no poder controlar la situación".
La sintomatología básica es asténica. Esto quiere decir que la experiencia ‘pérdida de control’ es vivida en términos de poder desmayarse, perder el conocimiento o morirse. La otra forma que toma el ataque de ansiedad es de tipo constrictivo.
Es decir, la persona vive el miedo como si estuviera aprisionada, como si no pudiera liberarse físicamente, como una restricción a su libertad física, y la sintomatología está siempre localizada en la región torácica, como una dificultad para respirar, por sentir el pecho como apretado y casi siempre en crisis de taquicardia. La persona tiene un ataque cardíaco y se percibe a sí misma sin ninguna posibilidad de "control" de lo que le está ocurriendo.
Estas dos formas se van alternando en la misma persona.
A estas conclusiones llegó el psiquiatra Vittorio Guidano, después de 20 años de investigación en este tipo de trastornos.
La relación de pareja y el ataque de pánico
Otra característica importante es que la crisis de ansiedad siempre está asociada con el curso que toma la relación de la persona con su pareja. Y que la aparición de los ataques son consecuencia de lo que la persona percibe en el otro.
Por ejemplo, si la persona sufre el ataque de pánico cuando llega a la oficina, es probable que se sienta con toda una sintomatología de tipo asténica, ya que se percibe abandonada y desprotegida por su cónyuge.
Si el ataque se produce al llegar a la casa, después del trabajo, lo más probable es que el ataque sea de tipo constrictivo, ya que la vivencia será de sentirse aprisionada y atrapada por su pareja. Lo más notable es que la persona no tiene ninguna conciencia de esto, es decir, de la asociación entre sus ataques y la forma cómo percibe que su pareja se está relacionando con él o con ella ahora.
El agorafóbico solo le presta atención a sus síntomas físicos, no es capaz de discriminar en sus sentimientos. Toda su vida afectiva es vivenciada en términos de sintomatología física. Estas personas están siempre involucradas en el control de sus sentimientos y en el control del otro, de tal manera de no sentirse nunca abandonadas, ni tampoco aprisionadas o atrapadas por su pareja.
Este es el estilo afectivo predominante. La meta para el agorafóbico será encontrar el justo equilibrio en estas dos polaridades. Cualquier situación de vida que lo desestabilice, disparará los ataques de pánico.
Como algo anecdótico, un paciente tuvo su primer ataque de pánico en la ceremonia nupcial, y por supuesto que fue de tipo constrictivo. Con la percepción de sentirse "atrapado" para toda la vida. Esta comprensión actual de la agorafobia, producto de las investigaciones de Guidano, ha permitido ahora desarrollar una terapia altamente efectiva en el tratamiento de un trastorno refractario.
Básicamente la terapia consiste en que el paciente tome conciencia de sus emociones y sentimientos de vulnerabilidad en las situaciones "restrictivas" y "desprotectivas" en relación a su pareja y que pueda elaborar su vida afectiva e "romper" con el hábito de vivir sus emociones de las sensaciones físicas, que lo hacen percibirse como un enfermo crónico de dolencias somáticas.
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