

Situación actual del mal de las vacas locas
Una de las principales medidas de control es la retirada de los tejidos animales de mayor riesgo, como cerebro y ojos
Los primeros casos de muertes humanas relacionadas con la ingesta de carne contaminada con los priones responsables de la enfermedad se detectaron en la década de los ochenta en Reino Unido. Todos los casos confirmados se relacionaron con la alimentación dada al ganado a través de harinas cárnicas. El efecto de la crisis se tradujo en febrero de 2001 en un descenso de un 80% del consumo de carne de vacuno. Pero desde entonces se ha avanzado mucho en la lucha contra esta enfermedad, como confirman los últimos datos del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM), según los cuales se han detectado, durante 2010, un total de seis casos de vacas locas en España.
Está previsto que las nuevas condiciones se aprueben entre 2010 y 2015. Los expertos quieren hacer mayor hincapié, en esta revisión, en la retirada de los materiales específicos de riesgo (MER), como el cerebro, la médula espinal, los ojos, las amígdalas, el bazo y el intestino.
La vigilancia actual implica que se controlen todos los animales mayores de 48 meses que se destinan al consumo humano. Este control impide que los ejemplares enfermos entren en la cadena alimentaria y se destruyan la canal y los órganos. La mayoría de los casos detectados en los últimos años corresponden a animales nacidos antes de la puesta en marcha de un sistema de control sobre los piensos destinados a alimentación animal.
Por qué enferma el ganado
Una de las principales hipótesis sobre el origen de la enfermedad se remonta de nuevo a los años ochenta en Reino Unido, donde se cambió el tratamiento de los restos del ganado ovino que se destinaba a la producción de harinas cárnicas para alimentación animal. Según esta teoría, estos cambios provocaron que los priones, proteínas infecciosas que se encontraban en las ovejas, no se inactivaran en el pienso, de ahí que se contaminara en masa el ganado vacuno. La forma anormal del prión, que tiene capacidad para contagiar las proteínas sanas, se acumula en el cerebro hasta que provoca la muerte.
Entre las numerosas investigaciones que se realizan para esclarecer el funcionamiento de los priones y las posibles vías de prevención, destaca el estudio que acaba de publicar un grupo de expertos de
Tras inocular el prión anómalo a estos priones, han comprobado que enferman al cabo de 130 días y muestran síntomas neurológicos similares a los descritos en las encefalopatías: dificultad de movimiento, descoordinación, falta de respuesta a estímulos y la muerte. La autopsia realizada a los animales revela "pequeños agujeros" en el cerebro. El objetivo de la investigación es conocer cómo funcionan y se comportan las enfermedades criónicas y, por tanto, intentar desarrollar sistemas de prevención.
VARIANTE HUMANA
Cenar muy tarde e ingerir mucho líquido, ya sea bebida o alimentos ricos en agua, como sopas o ensaladas, contribuye a que el problema se agrave
Levantarse en mitad de la noche para ir a orinar es un síntoma de la micción nocturna que deteriora la calidad de vida de quienes lo padecen. Un reciente estudio sobre el mismo aporta nuevos hallazgos sobre la frecuencia de la micción y el tipo de problemas que conducen a él, así como claves para el tratamiento de estos pacientes en el futuro. Entretanto, los expertos que lo han realizado defienden la extensión de la figura del asesor de continencia para ayudar a paliarlo.
Sin descanso
"Nocturia", según los libros clásicos de medicina, o "nocturia", aceptada por
Este síntoma se da en personas mayores, a partir de 50 años, aunque de forma ocasional, algunos pacientes lo sufren antes. Afecta más a los hombres: de cada diez afectados, sólo tres son mujeres. Estas personas se despiertan con ganas de orinar, se levantan, van al lavabo y vuelven a dormir. El síntoma, por lo tanto, no tiene nada que ver con la enuresis o micciones incontroladas de los niños durante la noche, puesto que los afectados tienen control de la orina.
La nocturia provoca que los afectados se sienten faltos de energía y de capacidad para realizar actividad física durante el día
De manera tradicional, se ha distinguido entre dos tipos principales. Por un lado, la nocturia de pacientes que producen orina en exceso por la noche debido, entre otras razones, a que toman fármacos diuréticos por un problema cardiaco. Por otro lado, destacan las personas con un trastorno en la vejiga, sin exceso de producción de líquidos.
El estudio de la nocturia
Esta tipificación se ha efectuado, hasta ahora, mediante cuestionarios que los pacientes debían rellenar a diario. Además, este síntoma se estudiaba entre muchos otros, sin que se haya considerado como un síntoma aislado. En una encuesta ambulatoria en la que se preguntó sobre la nocturia, los pacientes afirmaron que, con diferencia, "era el síntoma que más les había impactado sobre la calidad de vida en general, entre un 15% y un 20%". Supone un deterioro muy importante para la calidad de vida de los afectados, ya que al día siguiente se sienten faltos de energía y de capacidad para realizar actividad física, además de la percepción de
aislamiento frente al problema.
Ahora, por primera vez, se ha realizado un estudio específico, "Nocturia Study", que ha relacionado los trabajos sobre este síntoma y otros sobre el sueño, con la colaboración de Eduard Estivill, doctor experto en sueño, quien ha realizado un registro continuo y pionero de estos pacientes. Los participantes ingresaron en el hospital por la tarde con la intención de pasar toda la noche, cenaron, se les pidió que realizasen las actividades que, de forma habitual, realizaban en casa y que se levantaran al baño cuando sintieran necesidad.
Los voluntarios recibieron un diario para apuntar la hora a la que se iban a dormir y a la que se levantaban para miccionar. Entonces se realizaba una flujometría, una prueba que mide la cantidad de orina que la vejiga es capaz de expulsar por segundo, la duración de la micción y cualquier cantidad de flujo intermitente, con el objetivo de conocer la capacidad de este órgano, el estado de las vías urinarias y la fuerza de los músculos urinarios, entre otros. Con ella se obtuvo una medición objetiva, más allá de las impresiones, a menudo inconcretas, de los pacientes.
Percepción de los afectados
La percepción subjetiva de los pacientes es peor que la realidad, por norma general. "A menudo aseveran que se levantan una media de cuatro veces durante la noche, pero los registros señalan tres, es decir, entre 1 y 1,5 veces reales por debajo", destaca José Emilio Batista. Los resultados también concluyen que la clasificación clásica, según la cual se separa a los pacientes que tienen problemas de líquidos y de vejiga, es irreal. "La mayoría padece de ambos problemas", añade el experto.
Un estudio urodinámico completo de estos pacientes ha permitido averiguar que buena parte de ellos tiene los dos problemas. Ésta no es una buena noticia, pero explica por qué la nocturia es un síntoma de tan difícil tratamiento. "Esperamos que, en un futuro, este resultado ayude a plantear mejor el tratamiento. Deberemos tratar ambos problemas y buscar nuevas estrategias, porque las que tenemos no acaban de funcionar", expone. Hasta ahora, cerca de 30 pacientes han pasado por el "Nocturia Study".
Muchos casos de nocturia guardan relación con ciertas costumbres erróneas muy extendidas
La razón de este pequeño número es que "es una prueba nueva y a los pacientes les cuesta entenderla". No la cubren ni
Hasta 2011, se espera reclutar a otros 25 ó 30 pacientes más. El problema, opina Batista, es que a diferencia de la investigación en cuanto a diagnóstico y tratamiento de síntomas y enfermedades cardiovasculares, los estudios de incontinencia urinaria llevan un retraso de 30 años.
Asesor de continencia
El asesor de continencia es una figura profesional que surgió hace apenas 20 años a través de un grupo urológico de Bristol, en Reino Unido. Ese grupo marcó todas las pautas de diagnóstico y tratamiento médicos en el hospital y otros dispositivos asistenciales, así como el seguimiento, con el apoyo del asesor de continencia, de un fisioterapeuta o enfermera que se encargaban de las medidas de apoyo al paciente con incontinencia o alteraciones del ciclo miccional.
El papel del asesor es dar soporte a los pacientes y aconsejarles respecto a medidas dietéticas, dispositivos, tratamiento farmacológico y el sondaje intermitente para vaciar la vejiga, entre otros. Gracias a su papel, que complementa al del médico y la enfermera, que no podrían realizar un seguimiento tan estrecho de los pacientes, en Bristol se detectó un consumo menor de pañales y una mejora en la calidad de vida de las personas incontinentes, lo que constituye un éxito destacable.
"Los pañales son una de las primeras partidas de gasto de
CONSEJOS PARA PALIAR
En parte, la nocturia guarda relación con ciertos hábitos muy extendidos, como la costumbre de cenar muy tarde e ingerir demasiado líquido o alimentos ricos en agua, como sopas o verduras. Por esta razón, la vejiga estará llena al cabo de unas pocas horas y habrá que levantarse para ir al baño. Una forma de evitarlo es separar al máximo la hora de la cena y la de dormir. Después de acostarse, no hay que beber agua si el paciente se levanta de noche, informa José Emilio Batista.
Dos pacientes incluidos en el estudio revelaron que cada vez que se levantaban bebían agua. El hecho de participar en la investigación y revelar esta mala costumbre, que les desaconsejaron, les ayudó a disminuir la frecuencia miccional. Otros aprendieron a separar el momento de cenar y de acostarse, además de experimentar una mejoría, añade Batista.
Durante los meses de verano es frecuente que apetezca más comer platos livianos como ensaladas, zumos, frutas o yogures porque son alimentos que refrescan. Sin embargo, aunque la composición de estas preparaciones sea ligera y saludable en nutrientes, su consumo habitual puede afectar a la función digestiva, sobre todo a personas con debilidad en los órganos que toman parte en ella (estómago, intestino, hígado). Este tipo de comidas frías refleja la práctica cotidiana de cenas frugales para muchas personas, pero la sensación de tripa hinchada y el empeoramiento del estreñimiento son algunos de los posibles síntomas tras consumirlas con frecuencia. No obstante, ni el tipo de molestias ni la intensidad es igual en todas las personas.
Alimentos enfriadores
Una cena frugal compuesta por alimentos y platos ligeros y fríos es una tendencia más habitual entre mujeres, varones jóvenes y deportistas. En unos casos se consume como una forma voluntaria de cuidar las calorías de la dieta y, en otros, ante la pereza de cocinar si se llega tarde a casa o con desgana.
Son las típicas cenas compuestas por un plato de ensalada mixta, una fruta y un yogur, un bol de yogur con cereales, bocadillos de jamón serrano, de queso fresco o fiambre, sándwiches vegetales, etc.
Las bebidas con alcohol, especias como la pimienta y el curry, las frutas tropicales y los congelados son alimentos enfriadores
En su libro 'Alquimia en la cocina', la experta en alimentación energética Montse Bradford informa de que ciertos alimentos enfrían el cuerpo, por lo que pueden resultar inconvenientes para quienes sienten frío en general, tienen malas digestiones o enfriamientos e infecciones frecuentes en distintas partes del cuerpo, como la garganta, o que afectan a la orina. Según la nutricionista, cada individuo ha de valorar si, tras prescindir de ellos una temporada, su malestar se atenúa o dejan de sentirlo. Los alimentos que enfrían en extremo son los siguientes:
Alimentos congelados o que se comen fríos, como ensaladas, ensaladillas o frutas, transmiten a los órganos digestivos la misma sensación refrescante que provocan al comerlos.
Generar calor interior
El enfriamiento de los órganos que intervienen en la digestión, como el estómago, los intestinos, el páncreas, la vesícula biliar y el hígado, hace que su funcionamiento sea lento, que se carezca de fuerza digestiva. Muchas personas que toman cenas frías o que comen gran parte de los alimentos de este modo notan síntomas de malestar, como vientre hinchado, flatulencia, digestiones lentas y pesadas, dolor de estómago o estreñimiento. Puede resultar chocante, ya que el estreñimiento se asocia por lo general a falta de fibra y con este tipo de comidas el aporte de este nutriente es más que suficiente. Pero en estos casos, el problema está en la necesidad de calor que necesitan los órganos digestivos.
La clave está en la selección de alimentos calentadores, la cocción apropiada y la aplicación de calor local en la zona digestiva
El modo de corregir el malestar pasa por la selección adecuada de alimentos, el uso de las técnicas culinarias más convenientes y la aplicación de calor local. Una opción adecuada es cubrir el estómago con una manta o una bolsa de agua caliente después de las comidas.
La forma de cocinado influye en la salud de los órganos y, por tanto, en su funcionalidad. El calor interior se genera cuando se comen alimentos calentadores, como granos integrales, legumbres, frutos secos, verduras aderezadas con hierbas y condimentos apropiados y cocinados con tiempo, con cocciones largas, al vapor o a presión. Un estofado de verduras refuerza y calienta el interior del cuerpo, además de realzar el sabor dulce de los vegetales. Para ello, se ha de mantener la llama a fuerza media-baja, con tapa, entre 30 y 45 minutos. Estas verduras estofadas pueden servir para elaborar una sopa si se añade agua o caldo, unos fideos o una deliciosa crema.
Conviene sustituir las cenas frías por cremas y purés de verduras de la temporada, sopas naturales, verduras cocidas o estofadas, carnes y pescados guisados con verduras y sin exceso de grasas. Se consigue un plato igual de liviano, a la vez que reconfortante y equilibrador.
ALIMENTOS FERMENTADOS
Los problemas digestivos pueden deberse en gran medida a que los órganos digestivos no segregan suficiente cantidad de enzimas. Estas sustancias actúan de manera específica sobre cada uno de los macronutrientes de los alimentos (hidratos de carbono, proteínas y grasas) para que estos puedan aprovecharse en funciones celulares. La deficiencia puede provocar molestias como pesadez, hinchazón o gases, además de estreñimiento.
Los alimentos fermentados son ricos en enzimas, por lo que su adición a la dieta mejora las digestiones. Algunos de ellos se conocen menos en la gastronomía occidental, si bien se usan desde la antigüedad en la cocina oriental para elaborar platos calientes. Con los granos de soja fermentados se elabora el tamari y el miso, condimentos que además de dar sabor a los platos ayudan en la digestión y la depuración del organismo. Al mismo tiempo, por su proceso natural de fermentación, estos productos se convierten en una fuente natural de lactobacilus, microorganismos que consumidos de manera habitual ayudan a regular la flora intestinal y fortalecen las defensas.
Algunas personas son más susceptibles y vulnerables a los peligros alimentarios, por lo que deben extremar las precauciones. Son los grupos de riesgo, personas que, por diferentes motivos, pueden tener menor capacidad de defensa frente a un agente contaminante en un alimento. Cuando esto ocurre, su salud se compromete más y las consecuencias y complicaciones serán más graves. En muchos casos, las probabilidades de enfermar no son superiores, sino que su salud puede verse más afectada. En estas circunstancias, deben aplicarse todos los medios para proporcionarles alimentos saludables y evitar una situación de riesgo.
Principales grupos de riesgo
Por diferentes motivos, los principales grupos de riesgo son los bebés y los niños pequeños, ancianos, embarazadas y enfermos crónicos. Cada uno debe tener una dieta adecuada a sus necesidades nutricionales, en ocasiones, supervisada incluso por un profesional sanitario y con medicación especial. Edades tempranas o muy avanzadas, estados fisiológicos especiales o enfermedades que debilitan el sistema inmune obligan a seguir una alimentación saludable y libre de contaminantes.
Al margen de las recomendaciones básicas sobre higiene alimentaria que deberán respetar en todo momento, éstas son las principales pautas que se deben seguir en cada caso.
Bebés y niños pequeños. Su organismo aún está en desarrollo y, por tanto, los tóxicos, además de tener un mayor efecto sobre sus tejidos en formación, son más difíciles de eliminar a través de unos órganos todavía en fase de maduración. La consecuencia directa es que estos pueden acumularse, con repercusiones más graves que en un adulto. Por otro lado, su sistema inmunológico (respuesta contra las infecciones) todavía está inmaduro y sin funcionar a pleno rendimiento, por lo que en ocasiones es incapaz de hacer frente a una infección potencial. Sus características les hacen más susceptibles a la deshidratación, de ahí que en caso de toxiinfección alimentaria requieran, en su mayoría, consulta médica. Poner los medios necesarios para evitar su posible desarrollo a través de la higiene y la desinfección, sobre todo de la cocina y de todos sus elementos (superficies y encimeras, aparatos, utensilios...), el lugar donde se preparan los biberones y cocinan sus alimentos, es una responsabilidad que en ningún caso se debe eludir.
Hay que utilizar alimentos de calidad, cocinarlos en el momento de consumo y, en ningún caso, conservarlos a temperaturas templadas. También hay que prestar atención al agua en la preparación de biberones, transmitirles la importancia de lavarse las manos antes de comer, sobre todo si han jugado en la calle o con animales, y, en la medida de lo posible, según su edad, animarles a seguir una alimentación saludable y una manipulación de alimentos higiénica. Los especialistas insisten en que estos hábitos se adquieren a través de la familia.
Ancianos. El riesgo de sufrir enfermedades de origen alimentario, así como la gravedad de sus consecuencias, aumentan en la tercera edad debido a un organismo predispuesto por un sistema inmune debilitado, enfermedades crónicas asociadas y unas funciones vitales en general más deterioradas. Este grupo, además, tiene factores añadidos, como la disminución de sus funciones perceptivas (vista, gusto y olfato) y de memoria que, junto con la menor movilidad, que limita sus compras, y a menudo un menor poder adquisitivo, agravan la situación. Estas circunstancias se desarrollan cuando es el anciano quien gestiona su hogar y, como consecuencia, es el responsable de su alimentación diaria. Estas personas deberán ser conscientes de su situación y poner los medios para minimizar el riesgo alimentario. Su entorno cercano deberá transmitirles su inquietud al respecto y supervisar su alimentación siempre que sea posible.
Disponer de alimentos frescos, vigilar la higiene general de la cocina, sobre todo el estado y buen funcionamiento de la nevera, así como evitar que las sobras de comidas se conserven durante un tiempo excesivo son algunos de los puntos en los que se deberá incidir en el caso de pertenecer a este grupo o tener a alguno de sus miembros a cargo.
Embarazadas. Deben comer "doblemente saludable". El bebé en gestación será, en ocasiones, muy vulnerable a ciertas sustancias u organismos que podrán alterar su buen desarrollo. Contraer algunas enfermedades de transmisión alimentaria, como la toxoplasmosis, así como intoxicarse por sustancias químicas o exceder la ingesta de contaminantes de esta naturaleza durante el embarazo puede tener graves consecuencias. Además de los consejos generales de higiene, es recomendable evitar algunos alimentos de riesgo, como embutidos y jamón curado, quesos frescos, alimentos preparados listos para el consumo y carnes u otros productos crudos o poco cocinados por su posible transmisión de infecciones. Conviene limitar el pescado azul de gran tamaño (atún, pez espada...) por la posible presencia de algunos metales pesados que influirían de forma negativa en el desarrollo del embrión. Respecto a las frutas y verduras crudas, se deberán extremar las precauciones de higiene y cuidar su lavado y desinfección.
También durante el periodo de lactancia es fundamental que la dieta de la madre sea completa, equilibrada y saludable, sobre todo, respecto a los posibles contaminantes químicos que pueden transmitirse al bebé a través de la leche.
Enfermos crónicos o con patologías inmunodepresoras. Un gran abanico de afecciones, desde diabetes hasta sida o procesos cancerosos, se engloban en este grupo. Un facultativo orientará sobre la alimentación más adecuada para afrontar la situación. Ésta, además de proporcionar los nutrientes y energía necesarios en cada caso, nunca deberá ser vía de transmisión de ningún agente biológico o químico potencialmente dañino, dadas las posibles graves consecuencias. Deberán cumplirse en todo momento unas estrictas medidas de higiene alimentaria para minimizar este riesgo.
ALERGIAS E INTOLERANCIAS ALIMENTARIAS
Las personas alérgicas e intolerantes conforman un grupo de riesgo especial, ya que un alimento que para el resto de la población es saludable, sin contaminantes de naturaleza química o biológica, para ellos constituye un motivo de alteración o enfermedad. Además de la sustancia desencadenante de la alergia (alérgeno), hay que tener en cuenta también su cantidad (umbral de reacción) y las circunstancias específicas en cada caso, como reacciones cruzadas con otros alimentos o medicamentos. Las alergias son reacciones del sistema inmunológico que se originan al ingerir determinados alimentos o aditivos, mientras que en las intolerancias las reacciones no son de tipo inmunológico. Puesto que tienen un fuerte componente genético, hay predisposición en familias con antecedentes alérgicos, un dato de interés en el caso de los niños.
Se estima que alrededor del 10% de la población las padece con diferentes reacciones más o menos graves y el tratamiento pasa por detectar el alimento implicado, uno o varios, y retirarlo de la dieta. Este proceso debe realizarse siempre bajo control médico. Los alimentos implicados en las reacciones alérgicas son, en general, los más consumidos en cada país. En el caso de España, destacan el huevo (clara), pescados y mariscos, leche, algunas frutas (melocotón, fresa, kiwi...) y frutos secos, aunque en principio cualquier alimento es susceptible de causar alergia. Ésta puede tener también su origen en aditivos alimentarios, sobre todo conservantes, por lo que sería recomendable una alimentación basada en alimentos frescos sin procesar. Un riguroso etiquetado que detalle todos los ingredientes resulta indispensable para evitar una reacción adversa.